By: Adriana Pérez-Rodríguez, SSH Correspondent
When I talk to female friends about street harassment I can tell most of them feel something is wrong with it, they realise that we should not put up with such behaviour. Yet, when it comes to reacting and confronting harassers, many of them don’t know where to start from. That’s why I want to tell my personal experiences to hopefully help clarify any doubts. I believe that, although, conscientiously acknowledging the problem is highly important, it isn’t sufficient as we do also need to take action on the matter.
However, one thing I want to clarify first is that I do understand we all feel scared when confronting harassers. For that reason I do not advice that we should always confront them directly, sometimes collective action or other sorts of actions are much better. I advise we measure the risks and dangers we can get into, always considering our safety first, especially if we’re on our own.
One reason that’s always listed when rejecting the idea of confronting street harassers is the fear factor: we, in the end, don’t know how they will react, especially if we’re on our own. Nevertheless, it’s also important to realise that in some cases we’re not necessarily concerned about our safety per se, but more about the sole fact of speaking up. If we’re systematically brought up to believe women should not speak up, open resistance becomes quite a challenge, as we first have to overcome strong cultural barriers imposed upon us since our first stages of socialisation. If we’re brought up to believe we should cope with how we are treated, especially if those who are harming us are men, then it’s normal we sense fear at the thought of openly reacting. Speaking up, in the end, can be seen as an act of political resistance, but as we’re told we should always cope, this act can also be quite overwhelming at first thought. My personal experience has been marked by that, as it took me quite a while to overcome fear for both, my safety, and more importantly, for overcoming cultural barriers.
So, the first time I confronted my harasser, I was walking down a very lovely but quiet road. In fact, it was just me on that road when I heard something along the lines of “hey beautiful”. I tried not to pay attention and kept walking when I heard again something like “you’re so beautiful, what are you doing walking on your own?” In that moment something snapped in my head, I had enough. I was so angry at the fact I knew this guy was blatantly talking advantage that it was just him and I on that road that I couldn’t cope any longer, so I stood in front of him and with a sharp tone I said “what did you just say?!”. He didn’t know what to say, he looked so puzzled, almost embarrassed and that’s when I left.
I think that’s important, as many of us may think that in order to confront we need to give speeches on how they’re reproducing patriarchal ideas of women in public spaces. However, a sharp and affirmative answer will do most of the times. In fact, sometimes they will be willing to engage in conversations where you’ll be able to fully explain what’s wrong with it. That happened once when I was walking with a friend and an older man started verbally harassing us, I couldn’t take it so after I answered back and he looked puzzled (how typical!) my friend replied “you know? We don’t like it”. He then explained why he did it and after we explained what’s so wrong with it he apologised.
Finally, in some cases collective action can be a better answer because it has a bigger impact and it does keep us safe. My experience with collective action was this: there’s a construction site in front of my place, I was tired of putting up with the builders harassing me and every woman every time we walked passed it, but I knew that I could get into a lot of risk if I confronted them on my own. So I collected signatures from everyone in the building and sent a petition letter with all the signatures to the project engineer explaining him how uncomfortable people from this building were at the behaviour of the builders. Seems to be it has worked since harassment has pretty much disappeared. However, that will be an experience I’ll write properly about the next time.
One thing you’ll realise once you start confronting them is how good it feels after, not only you confronted a wrongdoer but also you’re overcoming, resisting and reacting against cultural barriers that dictate that we, for the sole fact of being women, should keep quiet. We’re putting a message across for everyone to see that we’re not conforming to patriarchal ideas of women as submissive. We’re saying “we’re here, we’ll stay here and we don’t need your approval.”
Adriana is a Colombian national who’s passionate about all topics concerning social justice, especially gender-based justice.
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Enfrentando a un acosador:
Cuando hablo con amigas sobre el acoso sexual callejero puedo darme cuenta que la mayoría de ellas sienten que sí hay algo malo con eso y se han dado cuenta que no deben aguantar ese comportamiento. Aun así, cuando se trata de reaccionar y afrontar los acosadores, muchas no saben por dónde empezar, por eso me gustaría comentar mis experiencias personales para lograr aclarar dudas con respecto a este tema. Yo creo que, aunque tomar conciencia del problema es de gran importancia, no es suficiente puesto que también debemos actuar.
Una cosa que primero me gustaría aclarar es entiendo que todas sintamos temor al enfrentar a acosadores, por lo que enfrentarlos directamente no sea necesariamente la mejor solución, a veces acciones colectivas tienen un mejor efecto. Por lo tanto, yo aconsejo ponderar los riesgos y peligros, considerando nuestra seguridad primero, en especial si estamos caminando solas.
Una razón que siempre es nombrada cuando se rechaza enfrentar a nuestro acosador es el miedo: al fin y al cabo no sabemos cómo va a reaccionar nuestro agresor, especialmente si estanos solas. Sin embargo, también es importante darse cuenta que en algunos casos no estamos preocupadas por nuestra seguridad como tal, sino por el hecho de hablar. Si somos criadas sistemáticamente para creer que las mujeres no debemos manifestar nuestra oposición, la resistencia se vuelve todo un desafío ya que primero debemos vencer barreras culturales que fueron impuestas sobre nosotras desde las primeras etapas de socialización. Si fuimos criadas con la creencia de que debemos aguantar la manera en que somos tratadas, más aún si los que nos hacen daño son los hombres, se vuelve normal sentir miedo a la idea de hacer pública nuestra resistencia; manifestar abiertamente nuestra oposición puede considerarse como un acto de resistencia política pero, como siempre nos enseñaron a aguantar, esta idea puede ser inicialmente arrolladora. Así, mi experiencia personal ha estado marcada por estos hechos ya que me ha tomado tiempo superar estos miedos, tanto por mi seguridad personal, como por vencer estas barreras culturales.
La primera vez que enfrenté a un acosador fue mientras estaba caminando por una vía muy linda pero sola, en realidad era solo yo cuando oí algo como “oye hermosa”. Traté de no prestarle atención y seguir caminando hasta que oí algo como “qué hermosa eres, ¿por qué estás caminando sola?”, en ese momento sentí que ya no pude aguantar, estaba tan molesta del hecho que sabía que él se estaba aprovechando de que estaba caminando en una vía sola que le dije tajantemente “¡¿Qué me acabó de decir?!”. Él no supo qué decirme, me estaba viendo con una cara de confundido, así que me fui.
Creo que entender eso es importante ya que muchas creemos que a la hora de enfrentar a nuestro acosador debemos dar todo un discurso de cómo están reproduciendo lógicas patriarcales de la mujer en el espacio público, pero muchas veces una respuesta tajante es la mejor solución. Es más, en ciertos casos se podrá entablar una conversación con el agresor en donde se le expliqué por qué está mal, como me pasó una vez que fuimos acosadas por un hombre más mayor mi amiga y yo. Después de responderle a su agresión y de que el agresor me viera con cara de confuso (¡qué típico!), mi amiga le dijo “¿Sabe? Eso no nos gusta”, él nos explicó por qué lo hizo y nosotras lo que está mal con ese comportamiento, por lo que él se disculpó.
Finalmente, en varios casos acciones colectivas pueden ser la mejor respuesta debido al mayor impacto que tiene y a que protege nuestra seguridad. Mi experiencia con acciones colectivas fue la siguiente: hay un edificio en construcción enfrente de mi casa y cada vez que yo u otras mujeres pasaban en frente, teníamos que aguantar el acoso verbal de los obreros, empero yo sabía que corría riesgos altos si me enfrentaba directamente con ellos. Por lo que recogí firmas de todas las personas que viven en mi edificio y firmamos una carta de petición que fue enviada al ingeniero residente de la obra explicándole lo incómodos e incómodas que nos sentíamos los y las habitantes de este edificio con el comportamiento de los obreros, y al parecer ha funcionado ya que el acoso de los obreros ha prácticamente desaparecido desde entonces. Sin embargo, esa será una experiencia que relataré con más profundidad en mi próximo artículo.
Una cosa que uno se da cuenta cuando empieza a enfrentar estos actos es lo bien que se siente después, no sólo confrontamos algo que está mal hecho sino que también empezamos a luchar y derrumbar barreras culturales que nos dictan que por el hecho de ser mujeres debemos mantenernos en silencio. Estamos transmitiendo el mensaje, para que todos y todas lo vean, de que no vamos a aguantar ideas patriarcales que nos definen como sumisas, estamos diciendo “aquí estamos y aquí nos quedamos, y no necesitamos su aprobación”.
Soy una colombiana apasionada por todos asuntos relacionados con la justicia social, especialmente justicia de género.