Andrea Flores Hernández, Santa Cruz, Bolivia, SSH Blog Correspondent
Escuché ese dicho meses atrás, de parte de una compañera de universidad. Quisiera decir que le discutí esa afirmación, que le demostré argumentos que mostraran el craso error en el que ella se encontraba, pero no lo hice. La frase me dejó sorprendida. Esa frase me mostró cómo el acoso callejero está tan inmerso en nuestra vida cotidiana que ya lo encontramos usual. Algo “inevitable” de todos los días. Y quizá por encontrarlo tan común, es que en Bolivia poco se habla de este problema.
¿Desde cuándo el acoso callejero comenzó a formar parte de aquello que las personas consideran “común”? o peor aún, ¿desde cuándo las mujeres se han acostumbrado a esto?
Sé que no son todas las que consideran normal caminar por la calle y recibir silbidos o miradas lascivas. He presenciado con gran admiración a mujeres que no se quedaron calladas ante tal acoso. Aquellas mujeres son las que han dicho “basta” a esta situación y dejaron de sentirse culpables por algo que ellas no provocaban.
Escribir acerca de esto es fácil, pero vivirlo no lo es. Para decir “basta”, una mujer ha tenido que pasar por un largo proceso para entender que no es su culpa. Que no es culpa de la falda corta que usa, que no es culpa de su cuerpo, que no es culpa de su manera de caminar. Ha tenido que soportar durante años silbidos, frases sexuales, comentarios denigrantes e incluso manoseos de parte de hombres que no entendían que el cuerpo de esa mujer no era de su propiedad. Ha tenido que dejarse de ver como la causante del problema, para entender al fin que ella es la única víctima.
Todo esto no significa que una vez que la mujer se da cuenta de aquello, los hombres comenzarán a respetarla en la calle. Nunca sucede así. Es más, a veces, recién comienza a llegar lo peor. Porque cuando una mujer responde a un silbido, a un comentario, o hace algo al respecto; el hombre lo toma como un chiste, o se siente amenazado en su “derecho” de dirigirse de esa manera a una mujer, e intensifica su agresión.
Y lo admirable de todo esto, es que estas mujeres no se rinden. Ellas saben muy bien que no son las culpables. Ellas reclaman el derecho de circular libremente por las calles sin ningún tipo de comentario acerca de su cuerpo. Estas mujeres tienen fuego en los ojos y no permiten que nadie las denigre. Ellas entienden que aún falta mucho camino por recorrer para que hombres y mujeres comprendan el porqué de su lucha. Una lucha con una premisa tan simple pero demoledora: “El cuerpo que tengo, es mío”. Y yo, como mujer que ha sufrido este tipo de acoso durante bastante tiempo, me uno a la lucha. Porque, aunque parezca increíble, muchos hombres todavía no se dan cuenta de que cuando una mujer sale a las calles, no es para entretenerlo. No se dan cuenta de que ellos no tienen ningún derecho sobre nuestro cuerpo, no pueden denigrarlo, insultarlo, comentarlo ni tocarlo sin nuestro permiso. Nosotras tenemos el derecho de vestirnos como queramos, de sentirnos atractivas sin que eso sea motivo de acoso.
Y, con respecto a la frase “Si no te silba un albañil, quiere decir que eres fea”; en caso de que no me silbe, no me sentiré “fea”. Me sentiré libre; libre de circular por las calles sin miedo a nada. Porque en esa situación, podré ver que nuestra lucha, está dando resultado.
Andrea is in her second year of university, studying Social Communication. You can follow her on Twitter: @AndreaFlores116
Bolivia: “If a construction worker does not cat-call you, you are ugly”
I heard that expression months ago from a college classmate. I would like to say that I discussed her affirmation, I showed her some arguments that could let her know that she was mistaken, but I did not do anything. That phrase really surprised me. That expression demonstrates to me how greatly street harassment is immersed in our daily life. It was so “usual”, something almost “inevitable”. And maybe because of that thought, in Bolivia people do not talk too much of this issue.
Since when did street harassment form part of what we consider “normal”? Or worse, since when did women consider “normal” to be street harassment?
I know that not all women find it “usual” to walk down the street being cat-called. I have seen women that were not silent by street harassment. Those women are who have said “enough” to that situation and they stopped feeling guilty about something they did not provoke.
Writing about this issue is easy, but living it is not. To say “enough”, a woman has had to go through a long process to understand that is not her fault. That it is not the fault of the short skirt that she is wearing, that it is not the fault of her body, and that it is not the fault of the way she walks. A woman who has had to endure years of cat-calls, sexual phrases, and even degrading comments from men who did not understand that the body of the woman was not his property. She has had to leave, watching herself as the cause of the problem, to understand that she was only the victim.
This does not mean that once a woman realizes this that the man begins to respect her on the street. It never happens like that. Moreover, sometimes, it just gets worse. Because when a woman responds to cat-calls, comments, or does something about it; the man takes it as a joke, or he feels threatened in his “right” to treat a woman that way, and he intensifies his harassment.
And what is admirable in all of this, is that these women do not surrender. They know very well that they are not guilty of this situation. They claim the right to move freely in the streets without any comment about their body. These women have fire in their eyes and they do not let anybody denigrate them. They know that there is still a long way to go before men and women understand why they fight. A fight with a premise so simple but devastating: “The body that I have is mine”.
And I, as a woman who has suffered such harassment for quite some time, I join the fight. Because, incredibly, many men still do not realize that when a woman goes out to the streets, it is not to entertain them. They do not realize that they have no right on our bodies, and they cannot denigrate, cat-call, nor touch us without our permission. We have the right to dress like we want, to feel attractive without that causing street harassment.
And with regard to the phrase “If a construction worker does not cat-call you, you are ugly”, I say that if he does not cat-call me, I will not feel “ugly”. I will feel free. Free to walk on the streets without the fear of being harassed. And I will see, in that moment, that our fight, is working.
Andrea is in her second year of university, studying Social Communication. You can follow her on Twitter: @AndreaFlores116