Laura Bustamante, Lima, Peru, SSH Blog Correspondent
No recuerdo cuándo o dónde fue la primera vez que escuche la frase “el hombre para la calle y la mujer para la casa”, tampoco recuerdo como me sentí o si la acepté, solo recuerdo haberla escuchado y haber crecido con eso como parte de mi educación y mi proceso de socialización. Indudablemente la escuché cuando era niña, cuando crees que los adultos son buenos y justos y que lo que te dicen es para protegerte, para tu bien. Lo escuché cuando aún veía a un niño como un igual porque todavía teníamos proporciones corporales iguales, cuando todavía era muy pequeña para darme cuenta que sólo por ser mujer estaba siendo tratada diferente e iba a ser tratada diferente por el resto de mi vida y por lo tanto aún no cuestionaba el sistema patriarcal de subordinación femenina.
Pero vas creciendo y a la edad de sólo 12 años, aquellos adultos varones que creías justos y buenos, te empiezan a mirar de otra manera, como decir: “ya estas casi lista para mí”, cuando recién empiezas a arreglarte porque quieres llamar la atención del niño que te gusta, pero jamás entiendes por qué en la calle hombres de la edad de tu padre te miran lascivamente o hacen gestos obscenos que te intimidan, hacen sentir mal, sucia, con miedo, incluso culpable, piensas: “algo habré hecho yo”, y callas por vergüenza, y tu madre que está a tu costado es indiferente porque es mujer. Crecer en Perú con una madre joven es difícil, desde pequeña observas como acosan sexualmente a tu madre aún contigo a su lado, no sabes que hacer, pero te das cuenta que tu madre es más violentada sólo por ser mujer, que cuando ya no seas niña te acosarán a ti también. Era hiriente que cuando salías del brazo de tu padre te sentías más segura y protegida solo porque estabas acompañada de un hombre. Entonces la frase va tomando forma, se convierte en realidad: la calle es de los hombres, no nuestra, y como estas en su territorio debes aguantar lo que ellos quieran decirte o incluso hacerte.
Sigues creciendo y sabes que tarde o temprano vendrá lo más fuerte, incluso con tu uniforme escolar, en plena adolescencia, 13 o 14 años, ya vas sola al colegio, y tu cuerpo va tomado formas maduras, es algo nuevo, recién te vas reconociendo, por otro lado vienen los defectos, si estas gorda, si tienes poco busto, poco trasero y te das cuenta que tener un cuerpo voluptuoso, en especial en países latinos, te da más valor como mujer, es que es así: la mujer siempre es cuerpo y a los niños no se les valora por su cuerpo sino por su destreza o masculinidad, y no son atosigados con publicidad de modelos perfectas y productos de belleza. A pesar de estar en proceso de aceptación de tu cuerpo, debes soportar el acoso sexual callejero con tu uniforme escolar, incluso miradas de algunos padres de familia, hasta que viene una frase demasiado hiriente y sexual para una edad en la que probablemente nisiquiera hallas tenido tu primer beso: A mí me dijeron “que ricas tetas”, a otra: “que rico culo” o “te voy a hacer gritar en la cama”. En esta última, recuerdo haber consolado a mi amiga que se sintió tanto miedo y asco, que la hizo llorar, entonces yo tenía que ser fuerte, se la dijeron un par de hombres, parecían padre e hijo, de 40 y tantos y 20 y tantos respectivamente, mi amiga tenía 13 años.
Luego entiendes que el acoso, como mujer adolescente, lo tendrás que soportar toda tu vida, porque no pasaría nada, no podrías hacer nada, a nadie le importaba que te hicieran sentir impotente, con rabia, con asco de ti misma, que te sintieras sucia, indignada y violentada, porque con esas palabras trastocaron tu intimidad y afectaron el desarrollo normal de tu propia sexualidad y por lo tanto de tu humanidad. Una amiga me dijo sobre estos episodios traumáticos: “de adolescente esos comentarios me hicieron sentir incomoda con mi cuerpo, andaba encorvada para esconder mis senos, me daba vergüenza… no puedo ser yo misma, no importa cómo me vista porque aun estando desarreglada me joden, y no digo nada porque tengo miedo”.
Querida amiga, eso nos pasa a todas, tú no tienes la culpa de que te acosen, no importa la ropa que uses ni el cuerpo que tengas, te acosan porque eres mujer y estas en la calle, en su territorio, porque la calle es de ellos y por lo tanto tú también. Como mujer adulta te terminas resignando como parte de tu realidad, parte de ser mujer. Porque al final, el estado es dominado por los hombres y las calles también los son, ¿Por qué al estado le importaría un problema que afecta mayoritariamente a mujeres?, Como mujer no importas lo suficiente, consideran un problema menor que no goces de la misma libertad y seguridad en la calle que un hombre, sólo por ser mujer. Querida amiga, todavía estamos en lucha, no disfrutamos de los mismos espacios que los hombres en igualdad de condiciones, todavía nos someten, no nos respetan lo suficiente y se apropian simbólicamente de nuestros cuerpos en las calles, sólo por ser mujeres en un país de hombres patriarcales donde ser “macho” es lo valorado y lo “femenino” es lo pasivo, lo sometido y secundario. Aún falta que se entienda, se reconozca y se acepte: Las calles también son nuestras y la casa también es del hombre, merecemos andar por las calles libres, sin miedo, sin impotencia, sin sentirnos objetos ni inseguras, sin necesitar que un hombre esté a nuestro lado para que nos respeten más, porque como mujeres, somos seres humanos no objetos a disposición de los hombres. Las calles también son nuestras y seguiremos luchando por nosotras y para heredar a nuestras hijas nuestro territorio donde estén seguras y sean libres.
Laura ha estudiado Administración en Turismo en Universidades de Perú y Barcelona, y Estudios de Género en la ONG Flora Tristán. La puedes seguir en Twitter en @laeureka.
Get it women and girls: the streets aren’t ours, they are theirs
I do not remember when or where was the first time I heard the saying “the man to the street and the woman to the house”, a known saying in Peru, I do not remember how I felt or if I accepted it, I just remember hearing it and growing up with it as part of my education and socialization process. Certainly I heard it as a child, when you think adults are good and fair and what they tell you is for your own protection, for your good. I heard it when I still saw a boy as an equal because we still had the same body proportions, when I was still too young to realize that just because I’m woman was being treated differently and I was going to be treated differently for the rest of my life and therefore didn’t question the patriarchal system of female subordination.
But you’re growing and at the age of 12, those male adult you thought fair and good, begin to look at you in other way, like saying, “you’re almost ready for me,” when you first start to groom because you want to draw attention of the boy you like, but you never understand why some men on the streets of the same age as your father look at you with lust or make obscene gestures that intimidate you, make you feel bad, dirty, scared, even guilty, you think, “maybe I’ve done something” and you say nothing because of shame, and your mother is next to you indifferent because she is a woman. Growing up in Peru with a young mother is difficult, since you are little you witness how men sexually harass your mother on the streets, even with a child next to her, you do not know what to do, but you realize that your mother is harassed and violated only because is a woman, that when you be no longer a girl they will harass you too. It was hurtful when I you were with your father and you felt safer and more secure just because you were with a man. So the saying takes shape, it becomes real: the street is of men, not ours, and as a woman you are in their territory, you must endure what they want to say or do to you.
You keep growing knowing that sooner or later will come something worse, even with your school uniform, a teenage girl who is 13 or 14 years, you go alone to school, and your body start to shape into mature forms, is something new, you’re just starting to accept your body but on the other hand come the flaws, if you’re fat, if you have little breast, little ass and you realize if you have a voluptuous body, especially in Latin-American countries, gives you more value as a woman, because a woman is always a body and boys are not valued for their bodies but for their skills or masculinity, they are not badger with advertising of perfect models beauty products. Despite being in the process of acceptance of your body, you must endure street sexual harassment even wearing your school uniform, even gazes from some parents, until you hear a comment too hurtful and sexual on an age when you probably haven’t had your first kiss yet: I was told “rich tits”, other girls were told, “rich ass” or “I’ll make you scream in bed”. With the last one, I remember comforted my friend who was very scared and felt so much repugnance, that make her cry, then I had to be strong, That was said for a couple of men, seemed father and son, 40-something and 20-something years respectively, my friend was 13.
Then, as a teen woman, you realize that you’ll have to put up with street harassment your whole life, because they can do it and nothing happens. You can’t do anything. They don’t care if you feel helpless, angry, disgusted of your own body, or you feel dirty, angry and violated, because those words at an early age invade your privacy and affect the normal development of your own sexuality and therefore your humanity. A friend told me about these traumatic events: “When I was a teen those comments made me uncomfortable with my body, I was stooped to hide my breasts, I was embarrassed … I cannot be myself, no matter what I wear because even when I am messy they harass me and I say nothing because I have fear. ”
Dear friend, that happens to all of us, it’s not your fault to be harassed, no matter the clothes you wear or the body you have, they harass you because you’re a woman and you’re in the street, in their territory, because the street is theirs and therefore you are, too. As a female adult you end up resigning it as part of your reality, part of being a woman. Because at the end, the state is dominated by men and the streets are men’s also, why the state would care about a problem that mainly affects women? Because women don’t matter enough, it’s considered a minor problem that as a woman you don’t enjoy the freedom and safety on the streets like a man, and it’s just for being a woman. Dear friend, we are still struggling, we do not enjoy the same spaces as men on equal terms, some of them still subject us and do not respect us enough and they appropriate symbolically of our bodies in the streets, as a Peruvian women living in a country of patriarchal men where being “macho” is valued and the “feminine” is passive, submissive and secondary. It remains to be understood, recognized and accepted: The streets are ours and the house is also to men.
As women we deserve to walk the streets free, without fear or helplessness, without feeling objects or insecure, without needing a man on our side to be respected for them, because as women, we are human beings not objects available to men. The streets are ours and we will fight for us and our daughters to inherit our land where they feel safe and free.
Laura has studied Tourism Management in Universities of Peru and Barcelona, and Gender Studies at the NGO Flora Tristan. You can follow her on Twitter at @laeureka.