Laura Bustamante, Lima, Peru, SSH Blog Correspondent
Ser macho es Ser “marica”
El otro día, la calle estaba desolada, tuve miedo de cruzar a la acera de al frente al ver a un hombre que lucía poco confiable, pensé en no cruzar, pero mi espíritu reivindicativo y feminista brotó, por qué como mujer tenía que restringir mi libre tránsito, elecciones y sentirme insegura en mi barrio por un hombre, entonces crucé. Y lo veía venir, mientras caminaba él se acercaba mirándome, no iba a correr, odio huir ante una agresión masculina… soy una mujer no una rata. Se acercó cortando mi camino y rozando mi brazo, inclinándose para decirme no sé qué, yo escuchaba música con mis audífonos, mientras me alejaba le grité: ¡Respeta a las mujeres! El se volteó y parado desafiante me dijo: sólo te estoy “saludando”.
Para mi es sencillo: Es inadmisible que muchos hombres crean que se nos pueden acercar en las calles sin consenso, por qué se creen con derecho a “saludarnos”, invadir nuestro espacio, rozarnos, decirnos cosas sexuales o tocarnos. Es que la violencia sexual, simbólica y psicológica a la que se somete a la mujer se justifica por los roles de género que debemos asumir, ser hombre, ser mujer. Mientras la mujer es pasiva, no activa sexualmente, linda y sumisa; se espera que el hombre -aquí la palabra que me da náusea- sea macho, un macho latino, el macho peruano, por ello se sienten orgullosos, ellos son machos pues, son lo máximo, los que están en la cima de la jerarquía, tienen más libertades, activos con híper-sexualidad, fuertes que no lloran. Bajo este sistema machista-patriarcal el hombre es dueño del espacio público y privado, poseen territorio y hembras, es el protector y proveedor que tiene el control, y el medio para ejercer su dominio es la violencia.
Sí, bienvenidos a “Macholandia”, el reino no muy lejano del macho latino y su ideología, que sobrevalora la sexualidad masculina, educa hombres conquistadores que siempre deben desear una mujer para demostrar su hombría, incluso ejerciendo una sexualidad violenta, porque el macho acumula mujeres no hombres, es heterosexual no “maricón”, por eso rechaza y desvaloriza lo femenino, débil e inferior, donde las mujeres existen para darle placer y afirmar su masculinidad, convirtiéndolas en objeto, y como debe ser “fuerte”, es dominante y el cuerpo femenino les pertenece, así acosan a las mujeres en la calle, el hombre se convierte en juez y puede juzgar sexualmente el cuerpo de una mujer.
Así, la mujer como objeto queda sujeta a la voluntad del hombre protector o del que decide dañarnos, dando paso a la cultura de la violación, porque el macho al demostrar su heterosexualidad fuerte-dominante puede intentar aprovecharse y nosotras nos debemos cuidar: “el hombre propone, la mujer dispone”, porque “un hombre no puede controlarse, es su instinto” y todo será nuestra culpa, tu culpa por tomar o vestirte así, porque tu ropa justifica que te acosen, te toquen o hasta te violen. ¡Hay pobrecitos estos machos inocentes! Dueños de todo y todas pero no de sus actos y responsabilidades, machos racionales llevados por sus emociones agresivas, fuertes pero débiles a su sexualidad, dominantes pero sometidos al machismo, la culpa la tienen ellas, las Evas, la tentación. El agresor se convierte en víctima de provocación y la agredida en culpable, en puta, en la vergüenza que en casos más terribles se le exige continuar con un embarazo por violación, como lo exige el Estado peruano, la mujer objeto sexual también es objeto reproductivo.
El acoso sexual callejero afecta el día a día de las mujeres, evitas una construcción por los obreros, te cubres más de lo que quieres, evitas ciertas zonas o salir sola de noche; tratas de salir acompañada por un hombre reforzando tu dependencia. Afecta la seguridad, independencia, libertad sexual y de tránsito, tu derecho a vivir sin miedo ni violencia, pero todo esto no es suficiente y estos machos defenderán su masculinidad incorrecta, negarán que el acoso sexual callejero es una forma de violencia sexual sutil, naturalizado y tomado en broma, parte de la cultura de la violación porque no interesa tu permiso, consenso, si no te gusta, el macho se siente con derecho de juzgar sexualmente tu cuerpo o tocarte, tu cuerpo es de ellos de manera simbólica. Dirán de las mujeres que se defienden que son exageradas, histéricas, incluso se burlan o se vuelven más agresivos, porque no conciben que el cuerpo femenino no les pertenezca, no pueden vivir en un mundo donde no sometan, abusen y ejerzan poder sobre sus compañeras femeninas.
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Deberían entenderlo ¡ya!, ser macho es peyorativo, no es motivo de orgullo es una vergüenza, el macho desvaloriza y rechaza lo considerado femenino, como a los gays, los llama maricas, que significa: cobardes, afeminados. Es que los machos creen que es un orgullo ser abusivo, agresivo, homofóbico, violento, ser el que somete y reprime sus sentimientos, sin empatía, que trata a otros seres humanos (mujeres) como objetos. Al final, ser macho es ser un pusilánime sin valor rendido ante los mandatos del machismo, un inseguro que prueba constantemente su masculinidad, es un cobarde que se mete con las mujeres apoyado en la intimidación porque tienen más fuerza física. Estos machos se dan cuenta que a las mujeres no les gusta su acoso, que molestan, que lo hacen contra su voluntad y da miedo, pero generar miedo los hace sentir más machos y con más poder.
Ser macho no es una masculinidad es un tipo de dominación, una masculinidad debe ser una expresión de tu humanidad, debe convertirte en mejor persona sin dominar a otras u otros para definirte, hay que repensar “el orgullo de ser macho” porque ser macho es ser un “verdadero maricón”.
Laura ha estudiado Administración en Turismo en Universidades de Perú y Barcelona, y Estudios de Género en la ONG Flora Tristán. La puedes seguir en Twitter en @laeureka.
IN ENGLISH
The other day I was afraid to cross the street when I saw a man and no one else around. But my feminist spirit arose; why as a woman should I have to restrict my movement and feel unsafe in my neighborhood because of a man?
Then I crossed. And I saw it coming; while I was walking he was approaching, staring at me. I wasn’t going to run away from a potential male aggression … I am a woman not a rat. He came near to me almost cutting me off and rubbed my arm, leaning in to me to tell me – I do not know what – I was listening to music with my headphones on. As I walked away I said, “Respect Women!” He turned and stood defiantly replying, “I’m just ‘greeting you’.”
For me it is simple: It is unacceptable that many men believe that they can approach us on the streets without our consent that they feel entitled to “greet us”, invade our space, tell us sexual things, or even touch us.
The sexual, psychological and symbolic violence to which women are subjected are often justified by the gender roles we assume. While the woman is supposed to be passive, not sexually active, beautiful and submissive, a man is expected to be –and here is a word that makes me nauseated- a “macho”, a Latino macho, the Peruvian macho. That word makes many Latin-American men proud: they are machos, they are at the top of the hierarchy, they have more freedom, they are actively hyper-sexual, they are strong and don´t cry.
Welcome to “Macholand”, in the not too far away kingdom of the macho Latino, and its ideology, which overestimates male sexuality, educates men to be a womanizer who always has to desire a woman to prove his manhood. He even may use sexual violence but that is seen as women’s fault. “The man proposes and the woman disposes” because “a man cannot control himself, it is his instinct” is how it goes, so everything will be a woman’s fault, It´s her fault for drinking too much or for dressing like that, because her clothes justifies harassment, touching, and even rape. The attacker becomes the victim of provocation and the victim becomes guilty, become a slut in terrible shame that in the most horrible cases are forced to continue with a pregnancy by rape, as the Peruvian State requires, because women are sexual and reproductive objects.
A macho is supposed to be heterosexual, not a “fagot,” so he rejects and devalues the feminine. He considers the feminine weak and inferior and believes that women are objects that exist to please and reaffirm his masculinity. As a macho he believes he should be “strong”, dominant, and that the female body belongs to him. The man becomes a sexual judge and feels he can judge a woman’s body by harassing her on the street.
The result is that street harassment is common and affects women´s daily life. We avoid walking by construction workers, we cover our body more than we want, we avoid certain areas or go out alone at night; we try to be accompanied by a man, strengthening our dependency on men. Street harassment affects our safety, independence, sexual freedom and transit, and our right to live without fear and violence.
Even still, machos will defend their wrong masculinity, denying that sexual harassment is a form of sexual violence, but say it is normal or a joke. They say women who defend themselves are exaggerating, hysterical, or they become more aggressive against them because they do not want to conceive that the female body does not belong to them.
This is the truth: Being macho is pejorative, it´s not something to be proud of but is actually shameful. Being macho means being a pushover with no courage and being subjected to the mandates of sexism. These machos realize that women do not like to be harassed, but still they do it to make women afraid, because creating fear makes them feel more macho and powerful.
Being macho is not a good masculinity. Masculinity should be an expression of one’s humanity and desire to become a better person without dominating others. It must be rethought.
Laura has studied Tourism Management in Universities of Peru and Barcelona, and Gender Studies at the NGO Flora Tristan. You can follow her on Twitter at @laeureka.